SANTAZUZENA + EL BAR DE RICK + BLACK SHARK

Concierto homenaje a Azuzena

Madrid – Ritmo & Compás – 30.01.09

El rockerío madrileño se ha sacado una espina que dolía desde hacía cuatro años. Azucena, la mejor y más carismática cantante de Rock que en España ha sido, murió en 2005 cuando apuntaba a un regreso a la escena. Menos mal que gente como Alfonso J.B. Sánchez y Chechu, guitarrista del grupo Viga, tomaron las riendas del “alguien tendría que hacerlo” y hoy podemos hablar de una gran fiesta tributo en la que todo salió a la perfección. Sólo nos faltó un recuerdo audiovisual de su vida y obra para echar la lagrimita: una imagen fija, un montaje de vídeo… cualquier cosa que recordara a Azucena.

El evento fue una de esas extrañas ocasiones en que hay tanto público en la sala como músicos sobre el escenario o solidarios con la causa. Mirabas a un lado y te encontrabas a José Antonio Manzano, recién llegado de Suiza… ¡y con el mismo aspecto que hace veinte años! Mirabas al otro lado y era Eduardo Pinilla quien te pedía la hora. Te girabas a la derecha y distinguías el pañuelo blanco de Txus, de Mägo de Oz. En definitiva, caras conocidas de Beethoven R., Sibila y muchas otras formaciones del ayer, hoy y siempre del Rock Duro español. Inconcebible unidad en la época del reinado de Azucena, pero mejor tarde que nunca.

El ambiente de buen rollo que se vivió abajo se contagió a las tres bandas invitadas. La primera fue Black Shark, una iniciativa de Lapi, el eterno batería de Muro, que recuperó clásicos de los ochenta en forma de versiones. A continuación subió a las tablas El Bar de Rick, un supergrupo integrado por miembros de Casablanca en sus distintas etapas: Pachi Escolano, Carlos Hervás, José “Marshall” y como invitada especial la tremenda Lourdes del Pino, cantante de los extintos Metrópoli y actuales Delirium. Fue la primera chica frente a un micrófono, en lo que también se podría haber planificado como un concierto exclusivamente de chicas (¿verdad, Begoña?). Lourdes demostró sus tres décadas de experiencia y sorprendió a quienes no la conocían o ubicaban.

El momento culminante fue la actuación de Santazuzena, brillante e irrepetible alianza de veteranos -inesperado y gozoso ver a estas alturas a “grandes” como el batería Bernardo Ballester o el teclista José Barta-, luchadores incansables como el citado Chechu o la sangre joven del guitarrista ecuatoriano Geovanny Atapuma y el bajista Javier Canseco, de Cuatro Gatos. Mención aparte merecen las chicas: Vau (ex Härem, hoy en Biosfear) -que se encargó de los coros- y la nueva diosa del Metal nacional: una Glory de Huma que encajó como un guante interpretando los himnos de Santa y Azucena en solitario. Los invitados hicieron el resto: falló Elisa, de Dreamaker, pero sí estuvieron Óscar, de Lujuria; Isaak, cantante de Viga y, por encima del resto, la increíble guitarra de Jerónimo Ramiro. Escuchando los tres temas que hizo (‘No hay piedad para los condenados’, ‘Héroe de papel’ y ‘Sobrevivir’) quedó claro que Santa han sido los injustos olvidados en la reivindicación de los ochenta que caracteriza a esta primera década del siglo. Además de los dos primeros discos de Santa también sonaron ‘La copa’, balada de Ñu que interpretó José Barta, o ‘Romperás su corazón’, de Raza.

La mamá de Azucena, que también estuvo entre bambalinas, debió sentir esa noche muy dentro el cariño hacia su hija. La llamada “pantera” de Madrid abrió la puerta al Metal femenino en castellano y eso ya no habrá quien lo borre de la historia.

Leonardo Cebrián Sanz

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